Ya ha pasado casi medio año desde
navidades y el tiempo empieza a ser agradable, con sus tormentas primaverales,
sus subidas y bajadas de temperatura, pero el esfuerzo que supuso trabajar los
días de fiesta de finales de diciembre ha dado sus frutos con estas mini
vacaciones en las islas Pitiusas. http://es.wikipedia.org/wiki/Islas_Pitiusas
.
La primera idea era viajar en
moto, pero ante la incertidumbre de si se podría entrar en calas y rincones con
accesibilidad complicada y sumado al coste de traslado de la moto, optamos por
viajar en avión y alquilar un coche, decisión que resultó acertada.
No obstante, pude dar gas a una
moto puesto que la visita de casi 5 horas a Formentera dio pié a alquilar una
Escúter 125 que no era lo ideal para mi
cuerpo serrano, pero es lo que hay ;-).
Llegamos a Ibiza sobre las 10:30
de la mañana del domingo día 13 de Mayo en un vuelo la “sucursal” de Iberia,
todo perfecto, nada más tomar tierra nos hicimos cargo de un Seat Ibisa de
color negro con tan solo 2400 km, es
decir, le hice medio rodaje.
El aeropuerto de Ibiza es casi
como mi comedor, nadie se pierde en él.
En 20 minutos ya estábamos en la
población de Santa Eulalia, en la recepción del Hotel Sol Ibiza (4*), donde
tuvimos que negociar un poco para obtener una habitación de lo mejor del
edificio, como diría el famoso torero, bueno, o lo que sea, me refiero a
Jesulín, en dos palabras, “IM-PRESIONANTE”.
Las vistas invitaban a no
movernos de la terraza de la habitación, viendo la piscina a la derecha, con la
colina que nos separaba del puerto de santa Eulalia.
A la izquierda la vista era
paradisíaca, toda la costa con sus pequeños acantilados y el mar abierto
rompiendo sus olas bajo nuestros pies dos pisos más abajo, con rocas y pequeñas
plataformas que evitaban la llegada del agua hasta las puertas del hotel cuando
el mar se enfurecía.
La atención del personal del
hotel merece un 10, camareras-os, cocineras-os y todo el personal de servicio
se volcaban en atenciones hacia los clientes. En especial quisiera recordar a Ángel,
responsable de la animación del hotel, el cual era la amabilidad personificada.
En definitiva, lo aconsejo a todo
el que quiera pasar unos días en la Isla de Ibiza lejos del bullicio de las
aglomeraciones como San Antoni o Ibiza capital, donde las noches dicen son para
no dormir.
Si quieres pasar una noche loca,
estás a 30 minutos de coche del punto más lejano y con mucha marcha, aunque a
10 minutos del hotel a pié, tienes Santa Eulalia, con muchísima marcha en el
puerto o a 10 minutos de coche la playa Des Canar, con rincones y locales para
no parar de bailar y tomar copas.
Tras dejar las maletas y ponernos
cómodos, emprendimos nuestra visita a la isla.
La primera parada era directa al
nort-oeste, a la cala más famosa en la que la vida Hippy sigue en vigor, al
menos los domingos por la tarde y noche, me refiero a Benirrás.
Difícil es aparcar en la cala,
pero llegando como nosotros, al medio día no hay problema y pronto estábamos
dando buena cuenta de nuestra primera comida en la isla.
El día acompañaba y el sol no nos
abandonó en toda la tarde, obligándonos a zambullirnos en las frías aguas del
mediterráneo, no olvidemos que estamos a mediados de mayo y no ha hecho
precisamente un calor asfixiante.
Poco a poco se iba llenando la
cala de gente, los timbales iban apareciendo, más y más a medida que el sol
caía en el horizonte de la cala.
Gentes de todo tipo, bohemios,
jóvenes y no tan jóvenes con aspecto desaliñado, con atuendos típicos de los
años 70 y sobre todo timbales de todos los tamaños que se dirigían a un sitio
concreto, frente al embudo que produce la garganta que forma la cala.
Sin previo aviso los timbales
empezaban a tocar, primero uno, dos, tres y poco a poco el grupo se hacía más
numeroso. Aparecían otros instrumentos de viento y percusión a los que se unían algunas chicas que
bailaban al ritmo de la música.
Realmente el clima era
envolvente, la vista, el ligero olor a marihuana, las ropas, los niños desnudos
por la orilla de la playa, libres, con los padres pendientes de ellos, pero sin
agobiarlos.
A pesar de que habían letreros de
“prohibido perros”, era imposible el no verlos libres por la playa, imagino que
sus propietarios eran los progenitores de esos niños que deambulaban desnudos por
la playa mientras otros tocaban los timbales para disfrute de ellos mismos y de
los curiosos que como yo, aprovechaban la visita para vivir esa experiencia con
ellos.
La cala tiene un encanto especial
ya que su situación es privilegiada y permite ver una de las mejores puestas de
sol de la isla, no os la perdáis, vale la pena y más con el retumbar de los
timbales.
El resto de días los dedicamos a visitar y no exagero si
digo el 90 % de las calas de la isla, empezando por el este hasta acabar el
último día en el sur, pasando por el interior por todos los pueblos dignos de
mención, como Sant Josep, Sant Juan, Sant Jordi, Ibiza, Sant Antoni (solo de
pasada), Santa Gertrudis, Sant Agustí, Santa Agnès, Sant Miquel, Sant Llorenç,
etc, etc.
Los pueblos son casi todos pequeñitos, pero repetimos visita
en uno del cual la información que tenía era que debíamos parar a comer en él,
me refiero a Santa Gertrudis, donde existe un bar llamado Bar Costa.
Este bar tiene su historia, se remonta a principio de la
época Hippy, donde se reunían los bohemios y personajes de la nueva movida para
saciar su apetito, de tal manera que como era de suponer la economía no era su
fuerte, por lo que el propietario del local decidió que el que no pudiera
pagase con aquello que sabía hacer por lo que se creó una galería de arte muy
rica que actualmente cubre las paredes del inmenso local. Así me lo contaron y
así lo he expuesto en este escrito.
Hay cuadros de diferentes estilos, algunos de ellos enormes,
lo que hace del lugar algo digno de ver.
Por otro lado, lo típico del Bar Costa es el jamón, ibérico
o serrano, lomo adobado, atún, y diferentes productos del cerdo, etc., ya sea
en forma de bocadillo o al plato, el caso es que siempre está lleno,
principalmente su porche.
Intentamos buscar la mejor combinación para ver el máximo
posible de actividades previstas en los diferentes pueblos, pero el que me
llamaba más la atención era la fiesta que celebran los jueves por la tarde en
Sant Miquel, con bailes regionales, antigüedades, etc, pero al parecer empiezan
en el mes de julio.
El miércoles día 16 tomamos un Catamarán y nos desplazamos
desde Santa Eulalia hasta la isla de Formentera.
Como dije al principio, alquilamos la escúter y le sacamos las telarañas durante 5 horas, en la que visitamos de norte a sur y de este a oeste todas las calas e interior de la isla, parando para comer y tomar un baño en Es Caló, a mi parecer el sitio más bonito de la isla en el que solo había una pareja, la cual nos dejó para quedar con el embarcadero de arena fina, solos nosotros y el agua cristalina.
Como dije al principio, alquilamos la escúter y le sacamos las telarañas durante 5 horas, en la que visitamos de norte a sur y de este a oeste todas las calas e interior de la isla, parando para comer y tomar un baño en Es Caló, a mi parecer el sitio más bonito de la isla en el que solo había una pareja, la cual nos dejó para quedar con el embarcadero de arena fina, solos nosotros y el agua cristalina.
El viaje de vuelta, ya por la tarde, fue bastante
accidentado, un mar movido y una tarde gris hizo que el regreso se hiciera
interminable.
El último día, sábado, lo empleamos en movernos por el
mercadillo o rastro enorme que se celebra en las instalaciones del hipódromo de
Sant Jordi y desde allí para hacer tiempo recorrimos las pocas calas y rincones
que nos quedaban por ver hasta la hora de entregar el coche en el aeropuerto.
Recorrimos cerca de 500 km en 7 días, en una isla que no
tiene más de 25 km de norte a sur, vale la pena hacer una visita de una semana
si la queréis conocer, más tiempo sería para disfrutar de sus calas, algunas
solitarias, pero en verano dudo que se pueda estar solo, la gente se mueve sin
parar, aunque dicen que los isleños son muy tranquilos.
Agradecer antes de despedirme la ayuda y consejos que nos
dio Mireia, amiga de mi hija Marta, siento no haber podido pasar todo un día en
su compañía, entre su trabajo y nuestra mobilidad no pudo ser, en otra ocasión
será.
Hasta pronto amigos.
Mortimer
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